Uno de los errores más frecuentes que cometen los padres es gratificar a sus hijos cuando se portan mal, esto con el fin de evitar alteraciones en el comportamiento. Compensar con estímulos este tipo de actitudes conlleva a que el pequeño no sienta respeto por los demás porque siente que puede controlar el mundo a su antojo, así lo explica el pediatra y psicólogo Eduardo Jones.
En entrevista con Caracol Radio, Jones asegura que este tipo de compensaciones llevan a la permisividad, la cual puede generar trastornos de personalidad con conductas agresivas, a tal punto que los pequeños empiezan a formarse como personas egocéntricas al creer que pueden tomar el mundo con las manos.
Las actitudes agresivas se presentan entre los tres y cuatro años de edad. En esta etapa comienza un proceso de desarrollo, los niños empiezan a tener sentimientos de rabia e ira que, al no saber manejarlos, toman una actitud incorrecta e impulsiva.
El papel fundamental que juega el núcleo familiar y las instituciones educativas es encaminar ese proceso y corregir esos comportamientos tratando de entender el por qué se llegó a determinado acto de violencia.
Martha Rocío González Bernal, investigadora social de la Universidad de La Sabana, señala que para un padre es muy difícil reconocer que su hijo puede tener ese tip0o de comportamiento y al no querer asumirlo actúa de manera indebida permitiendo que la agresividad evolucione.
“Es muy importante que los niños desde que nacen sientan que sus padres les prestan atención, que los reprenden cuando cometen algún acto inadecuado y que están con ellos en los momentos importantes de su vida” concluyó González.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario