Conjuro, oración, programación neurolingüística… Ayer y hoy, la palabra y el pensamiento son valorados como poderosos instrumentos de transformación. La física cuántica demuestra día tras día que nuestra realidad se modifica al tiempo que programamos nuestro cerebro en planteamientos y expresiones positivas.
La palabra ha sido reverenciada en todos las culturas. Tanto es así que no existe una sola civilización en la que no haya una bella leyenda sobre su aparición. Así lo relatan los dogones, tribu africana aislada durante siglos en la frontera de Malí y Burkina Fasso: “el Séptimo recibió pues el conocimiento de un verbo, no ya reservado a unos pocos, sino destinado a la totalidad de los hombres…
De esta manera podría aportar un progreso al mundo” –del libro de Marcel Griaule Dios de agua–. Al otro lado del planeta, en los círculos de danzas sagradas aztecas, los participantes se pasan la palabra con la expresión “El es Dios”. La “Palabra”, entendida como mensaje de Dios, se convirtió en la base de la religión y la magia transmitida por sacerdotes y magos . “Palabra de Dios: alabemos al Señor”, se dice en la santa misa.
Ha sido y es, por tanto, el medio para realizar los mayores encantamientos: el conjuro y la oración… Lo sorprendente es que los últimos descubrimientos de la física cuántica repiten casi mágicamente gran parte de la sabiduría tenida como esotérica durante largo tiempo: el pensamiento, a través de la palabra, es creador, es decir, es capaz de alterar la realidad…
En un conocido experimento conocido como “De los dos agujeros”, se comprobó que los deseos y las espectativas del científico influían en los resultados del mismo.
En concreto, el profesor Anton Zeillinger, de la Universidad de Viena, testificó que los átomos de la molécula de fullerano –estructura atómica que tiene 60 átomos de carbón (C60) descubierta en 1985– eran capaces de pasar por dos agujeros simultáneamente, experimento que ha sido repetido con éxito en gran número de ocasiones y que convirtió la teoría de los “universos paralelos”, propuesta en su día por el médico de la Universidad de Princeton, Hugh Everett, en un asunto de la física, bajo el nombre de “superposición cuántica”. La idea es que la realidad es un número “n” de ondas que conviven en el espacio–tiempo como posibilidades.El efecto 'Isaías'
Simultáneamente, pero en otro campo del saber tan alejado como la arqueología, la interpretación de los manuscritos del mar de Muerto, hallados a mediados del siglo XX en las cuevas de Qumran, ha venido a demostrar que los esenios, los “cristianos” originarios, tenían una manera diferente de orar a la actual.
El investigador Greg Braden fue quien llamó “Efecto Isaías” a la manera de orar de los esenios, en referencia a uno de los rollos, atribuido a este profeta, el único que fue hallado intacto. En su libro El efecto Isaías: Decodificando la pérdida ciencia de la oración y la plegaria, Braden afirma que la manera de orar de los esenios era muy diferente a la que los cristianos posteriores adoptarían.
En lugar de pedir a Dios “algo”, los esenios visualizaban que aquello que pedían ya se había cumplido y realizado, una técnica muy utilizada actualmente en el ámbito del deporte de alta competición. Esta regla, utilizada por la moderna PNL –Programación Neuroligüística–, recurre al presente, y no el futuro, cuando se pretende conseguir algo, como si ya se hubiera cumplido, como si fuera realidad. Sin embargo, si nos atenemos a este conjuro recogido por Martín Sevilla, procedente del Atharveda III,23, ya era conocida por las hechiceras de la antigua India.
Este hechizo combatía la esterilidad: “Por lo que has resultado estéril/ eso hacemos desaparecer de ti/ eso ahora muy lejos de ti/ en otra parte lo dejamos/ Te hago capaz de tener hijos/ a tu matriz venga un niño/ consigue tú un hijo, mujer/ que te haga feliz/ y házle feliz tú a él”. Algunos terapeutas de la Nueva Era, corriente espiritual ligada a la física cuántica, están empleando hoy esta técnica para curar enfermedades, visualizando el sistema inmunológico, luchando, por ejemplo contra el cáncer. De momento, los resultados son, cuando menos, dudosos.
No así, en el caso del fortalecimiento del sistema inmunológico o la respuesta al dolor, en donde sí se han obtenido resultados positivos. En un estudio dirigido por Richard Davison, de la Universidad de Wisconsin, y el experto en budismo y meditación, John Kabat Zinn, se inyectaron vacunas para la gripe a un grupo de meditadores recién entrenados y a otro de no meditadores.
Seguidamente, se midieron los niveles de anticuerpos en su sangre y sus actividades cerebrales para ver qué medida de la actividad mental se desplazaba del hemisferio derecho al izquierdo. El resultado fue que los meditadores no sólo tenían mayor cantidad de anticuerpos, tanto a las cuatro como a las ocho semanas después de inocular la vacuna, sino que, además, las personas cuya actividad experimentaba mayor desplazamiento de uno a otro hemisferio, habían creado más defensas. Kabat-Zinn propone que cuanto mejor sea la práctica de la técnica de meditación, su sistema inmune será más saludable.
La teoría, extraída de los experimentos de la física cuántica es que cuando enfocamos nuestra mente en una de esas opciones, la hacemos real. Y al expresarla por medio del verbo, de la palabra, al exteriorizarla en suma, ese pensamiento toma fuerza. Allí reside parte del poder del tradicional conjuro, algo que se utiliza en psicología deportiva: los corrillos de los jugadores de baloncesto o los ya clásicos All Blacks neozelandeses en el rugby ponen en marcha ese mecanismo antes de jugar, la creación a través del sentimiento.
Según Braden, los antiguos esenios usaron las cualidades del pensamiento, de la emoción y el sentimiento para describir cómo experimentamos la vida en este mundo. Los psicólogos y místicos ligados a la cuántica afirman hoy que la emoción es el sistema energético que nos hace avanzar cada día a través del deseo; el sistema de energía no tiene un direccionamiento hasta que se encauza mediante el pensamiento.
Éste traduce el deseo en acción, ya sea del tipo negativo –“no soy capaz de hacerlo”, “va a salir mal”–, como positivo –“me lo merezco”, “soy capaz”–. Cuando el pensamiento adquiere emoción se convierte en sentimiento. La moderna física cuántica afirma que el sentimiento nos lleva a otro universo paralelo, a otra realidad tanto para lo bueno –optimismo– como para lo malo –pesimismo–.
Los tibetanos también han utilizado los cánticos y los mudras en sus plegarias para entrar en el sentimiento correcto antes de orar, eso sí, en el momento de la plegaria no exteriorizan ese estado; ha de ser interior, parecida técnica a la usada por los monjes cristianos. En otras religiones, sin embargo, como las africanas umbanda, candomblé o santería, en las que los iniciados son poseídos por espíritus o en las sectas evangélicas, ese sentimiento sí es expresado de manera desbocada.
Según las teorías que estamos viendo, estarían en un nivel inferior en cuanto a su actividad, moviéndose más en la emoción que en el sentimiento. La PNL abunda en este mismo protocolo, afirmando que “con el lenguaje construimos nuestra realidad, al igual que con los programas mentales, con los cuales elaboramos nuestras estrategias y secuencias internas al llevar a cabo una tarea, operando de manera similar a un ordenador”.
El psicólogo Jim Loehr fue uno de los primeros en utilizar algunas de estas técnicas en el mundo del deporte profesional. Concretamente, son famosos los vuelcos que experimentaron en sus carreras tenistas como Ivan Lendl, Jim Courier o Martina Navratilova, al pasar por sus manos. A través del fortalecimiento de su mente, de la repetición de una serie de movimientos rituales y de los gritos, tan usuales hoy en el mundo del tenis, conseguían mejores golpes a la pelota.
Ese chillido es casi calcado al kiai que emiten los karatekas antes de realizar algunas de sus proezas, como partir bloques de ladrillos. Eduardo Padierna, cinturón negro de kárate, explica que el kiai “se utiliza para llevar la energía desde la base del estómago, el tercer chakra, enfocándola en el punto donde se está dando el golpe, a la vez que se suelta el aire.
Digamos que intensifica un golpe final al aumentar tanto la energía que se canaliza como la concentración”. Las religiones orientales, de las que bebe en gran parte la moderna psicología occidental a través de la gestalt y la psicología humanista, ya utilizaban hace milenios algunas de las técnicas hoy empleadas para mejorar el rendimiento. Entre ellas, el uso de un mantra o palabra repetida hasta que la mente quede embebida en el sonido, que produce un estado de fluidez, en el cual la creatividad fluye con facilidad.
Algunos de los mejores discos de los Beatles nacieron de sus viajes a la India para meditar con el Maharishi, del cual fueron devotos, sobre todo, Lennon y Harrison –a Ringo Starr le aburría soberanamente–. Así pues, el poder de la oración, como el del conjuro, pues ambas técnicas son resultado de la misma lógica interna, reside en que visualicemos que lo que pedimos se ha cumplido y, al mismo tiempo, inhalemos la emoción y el sentimiento para que “entre” en nuestra realidad, “incorporándola”.
Estos son algunos de los conocimientos que tenían –y tienen– logias como los masones y los rosacruces, ligadas a los movimientos gnósticos y herméticos cuyos orígenes se remontan a Oriente Medio y Egipto. Llevando más lejos este poder, desde hace décadas se han realizado diferentes experimentos utilizando la meditación para llevar la paz a áreas de conflicto sobre la base de un conocimiento ancestral.
El psicólogo estadounidense David Orme-Johnson, afirma que la tensión colectiva de una sociedad es la suma de las tensiones de cada uno de los individuos. Cuando ésta aumenta, la violencia de una población humana también lo hace, expresada en la forma de tensiones territoriales, odios étnicos, nacionalistas, etc. En este sentido, el experimento más polémico se realizó en el año 1993 en Washington DC, por aquel entonces sumido en una ola de violencia como nunca se había conocido.
Basándose en decenas de estudios previos, un artículo publicado en el Institute Social Research pronosticó que si se reunía un grupo de cuatro mil meditadores, los crímenes en la ciudad se reducirían aproximadamente en un 20%. Esta suposición se sostenía sobre la existencia de un campo de conciencia colectivo –o campo mórfico–, en el que muchas mentes unidad pueden influir. El escéptico jefe de policía de Washington respondió que eso sólo ocurriría si, en mitad del verano, acontecía una nevada de medio metro ya que, de este modo la gente no saldría de casa.
Las predicciones resultaron ser exactas, porque los crímenes, que incluían robos, asesinatos y violaciones, se redujeron en un 23%, siendo la probabilidad de que ello ocurriera de dos entre mil millones. Tras estos espectaculares resultados, el jefe de policía apoyó la investigación. David V. Edwards, profesor de gobierno en la Universidad de Austin (Texas) aseguró que “el impacto potencial de esta investigación excede a la de cualquier otro programa existente de investigacion científica, social o psicológico.
Ha superado una serie de pruebas estadísticas más amplias que la mayoría de las investigaciones científicas en el campo de la resolución del conflicto. La obra, y la teoría que la apoya, merecen la consideracion más seria por parte del mundo académico y de los creadores de la política social”.
El método científico empleado fue tal que los escépticos sólo pudieron aducir en su contra acerca de las suposiciones sobre los conceptos en los que se basaba. Robert D. Duval, profesor de ciencia política en la Universidad de Virginia Occidental, escribió en 1988 que “este artículo es de un valor dudoso para la investigacion científica de la política internacional porque sus principios básicos son sospechosos. Las suposiciones fundamentales de un ‘campo unificado’ y una ‘conciencia colectiva’ no existen dentro del paradigma bajo el cual la mayoría de nosotros opera”.
Duval, sin embargo, admitió que “si aceptamos, solamente con el fin de discutirlo, que estos principios son razonables, entonces la investigación se conforma bastante bien a las normas científicas”. Actualmente, la defensa a través de la meditación se ha convertido en objeto de estudio en el campo ¡militar! La revista norteamericana Jane’s Defense Daily publicó, en su edición inglesa, varios anuncios en este sentido, y un representante de la misma llegó a afirmar que “a pesar de no haber tenido oportunidad de probarlos, los sistemas espirituales de defensa podrían ser la próxima generación de armas”.
El mayor Franklin M. Davis, practicante de la meditación trascendental, y anteriormente, comandante del ejército norteamericano, predijo en 1973 que el próximo siglo sería “el de la mente”, y que el programa de la meditación trascendental podría tener un lugar muy importante en esa época.
Actualmente, la organización presidida por el Maharishi Mahesh Yogui, popularizador de esta técnica, se ha embarcado en un ambicioso proyecto: construir mil palacios de paz en todo el planeta que ayudarían a resolver pacíficamente conflictos. ¿Será posible? El tiempo dirá si se trata de una utopía, o no…transformación. La física cuántica demuestra día tras día que nuestra realidad se modifica al tiempo que programamos nuestro cerebro en planteamientos y expresiones positivas.
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Autor: Rafael Palacios
10/3/2006
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