¿Se ha parado a pensar el tiempo que diariamente pasa sentado? Ante el televisor, en la oficina, en el bar de la esquina, en el coche, a la hora de comer... Incluso ahora mismo. Pues sepa que el primero es el hábito más nocivo para su salud. «Creemos que las crecientes conductas sedentarias, sobre todo ver la televisión, pueden haber contribuido a la epidemia de obesidad», sostiene un trabajo publicado esta semana en el JAMA. Tal rotundidad no es para menos: los investigadores han podido constatar que ver este aparato entre 21 y 40 horas semanales —es decir, entre tres y casi seis horas diarias, un intervalo en el que se sitúa el español medio— incrementa un 65% el riesgo de padecer obesidad y un 44% el de desarrollar diabetes tipo 2. Por el contrario, otras conductas sedentarias, como permanecer sentado en el lugar de trabajo o en el domicilio (leyendo, escribiendo...), no presentan una asociación tan fuerte. ¿La causa? En primer lugar, ver la tele quema menos calorías que esas otras actividades. Además, tal y como señala Javier Aranceta, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, «obviamente, no es que la televisión posea un rayo láser por el que cause más obesidad que otras conductas. Es una actividad sedentaria como todas, sólo que, además, engancha e induce el consumo de alimentos de alta densidad energética». De hecho, estas tendencias, aparentemente yanquis, ya se han trasladado a nuestro país, donde un tercio de la población adulta presenta obesidad o sobrepeso. «Aquí tenemos que preocuparnos por la epidemia de obesidad, porque también se producen esos hábitos. Cada vez se es más sedentario, se ve más televisión...», aclara Jesús Vioque, experto en Salud Pública. De hecho, también en España se ha visto que los niños que consumen más tele presentan mayor grasa corporal. ¿Se ha detenido a contar cuántas horas pasa su hijo ante la caja tonta?
«Es difícil imaginar un ambiente más eficaz que el nuestro para producir… obesidad». La cita, procedente de una investigación estadounidense de hace seis años, sigue vigente. Incluso en el Viejo Continente. Y es que los hábitos sedentarios no han hecho más que generalizarse en los últimos tiempos, en especial uno de los que parecen más peligrosos: ver la tele.
«En las décadas recientes, en paralelo con el crecimiento del sobrepeso, ha habido un aumento constante en el número de hogares con múltiples aparatos de televisión, vídeos, canales por cable y mandos a distancia, así como el número de horas que se pasa ante la pantalla», relataba el mencionado trabajo de 'JAMA' (Journal of the American Medical Association).
En nuestro país ha sucedido algo similar (ver gráfico) y, actualmente, estamos ante ese aparato casi cuatro horas diarias. Para más inri, nos encontramos entre los europeos más vagos y menos decididos a modificar esta conducta. «El consumo de televisión es un factor claramente asociado con la obesidad porque indica que se están llevando unos hábitos sedentarios», aclara Vioque, del departamento de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández (Alicante). Precisamente, un trabajo realizado por este experto (publicado hace tres años en el International Journal of Obesity) constató, tras evaluar a casi 2.000 españoles, que aquellos que permanecían al menos cuatro horas diarias ante la caja tonta tenían más probabilidades de ser obesos (más del doble) que quienes la veían durante una hora o incluso menos.
Es más, por cada hora que se pasaba ante este electrodoméstico, el riesgo aumentaba un 30%. Sin embargo, «durante mucho tiempo se pensó que el obeso padecía este problema por comer mucho. Poco a poco se ha ido viendo que también el sedentarismo juega un papel fundamental», señala José Cabezas Cerrato, jefe del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
De todas formas, el afectado todavía no parece ser consciente de que no le basta con cuidar la alimentación. Según Ricardo Ortega, coordinador del Grupo de Ejercicio Físico y Salud de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, «el patrón más difícil de modificar es la actividad física. El paciente acude a la consulta mentalizado de que ha de hacer dieta, pero no de que también ha de ser menos sedentario». Pero éste parece ser el camino: «Nuestra investigación sugiere que el 30% de los casos nuevos de obesidad y el 43% de los de diabetes tipo 2 pueden prevenirse siguiendo un estilo de vida relativamente activo, es decir, viendo menos de 10 horas semanales de televisión [apenas hora y media al día] y caminando como mínimo 30 minutos diarios», aclaran los investigadores de JAMA.
Así, el trabajo muestra que dar un paseo vigoroso reduce significativamente el peligro de obesidad. Para llegar a esas conclusiones, se siguió a más de 50.000 mujeres, participantes del Nurses’ Health Study (un gran seguimiento epidemiológico de enfermeras), desde 1992 hasta 1998. Al inicio, ninguna presentaba sobrepeso u obesidad, pero casi 4.000 desarrollaron este último problema durante ese periodo. Por cada dos horas que las participantes pasaban ante el televisor, su riesgo de desarrollar obesidad crecía un 23% y el de diabetes del adulto, un 14%.
RIESGOS. Por el contrario, el peligro asociado a otras actividades sedentarias era mucho menor: por ejemplo, por cada dos horas que la voluntaria pasaba sentada en el lugar de trabajo, su riesgo de obesidad crecía sólo un 5%, mientras que, en el caso de actividades caseras (como leer, comer o escribir), el peligro incluso disminuía. «Entre varias conductas sedentarias, el tiempo viendo la televisión era la más fuertemente asociada con el riesgo de obesidad [y diabetes tipo 2]», aclara el trabajo. Dos problemas que, tal y como dice Luis Moreno, profesor de la Universidad de Zaragoza, «pueden conducir finalmente al síndrome metabólico, ya que es una conjunción de problemas clínicos como resistencia a la insulina, obesidad, dislipidemia e hipertensión».
EN ESPAÑA. La advertencia de JAMA también ha de cruzar el charco. Y es que «en la población adulta española la obesidad se debe más al sedentarismo que a la alimentación», señala Aranceta. De hecho, un 80% de la nutrición de los mayores es de calidad, algo que no se produce en la población infantil y juvenil. Los jóvenes «se van alejando de esa dieta mediterránea. En ese grupo se mezcla el sedentarismo con la [mala] alimentación», recuerda.
Con todo, parece que «en los niños españoles, la principal causa de obesidad es que ha disminuido el gasto de calorías: ahora se rellena el tiempo libre con ocio poco activo», sostiene Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Sin embargo, «hacer media hora de ejercicio al día no es suficiente, también hay que reducir el sedentarismo», agrega este experto. «Nuestro trabajo sugiere que, además de promocionar la actividad física, para prevenir la obesidad y la diabetes tipo 2 también es importante reducir las conductas sedentarias», coincide el artículo de 'JAMA'.
Pero... ¿por qué entre todas las actividades inactivas la peor es la televisión? El trabajo también arroja luz sobre este asunto: «Comparado con otras tareas sedentarias como coser, jugar a juegos de mesa, leer, escribir o conducir un coche, ver la televisión supone un menor consumo de energía». En efecto, la quema de calorías es mínima, aunque similar a la de escuchar música o viajar en coche.
¿Por qué, entonces, la tele es aún más nociva? «No sólo es una actividad sedentaria, sino que, además, tanto la situación como la programación y anuncios inducen a acudir a la nevera en los intermedios y traerse alimentos de alta carga energética», aclara Aranceta. Por eso, tal y como sostiene Cabezas Cerrato, la solución no sólo pasa por limitar las horas ante el televisor, sino por vigilar las actitudes (postura incluida) asociadas a esta afición. De hecho, el Nurses’ Health Study constató que aquellas que pasaban más tiempo viendo la televisión ingerían más calorías, grasas saturadas, carnes rojas o procesadas, alimentos de cereal refinado, piscolabis, dulces... y, por el contrario, tomaban menos pescado, frutas y verduras.
Incluso en nuestro país se da una tendencia similar. Así, un trabajo nacional (el Estudio enKid, en el que participaba Aranceta) reveló que la población de entre dos y 24 años que tenía unos peores hábitos alimenticios tendía a ver más de dos horas de televisión al día y solía comer ante este aparato.
NIÑOS. Asimismo, «durante la programación infantil, el 60% de los anuncios está relacionado con comidas que favorecen la obesidad», explica Moreno. Este experto (que también ha constatado en una investigación que, cuantas más horas ante la tele, los niños y niñas presentan mayor grasa corporal) advierte que «los niños que ya son sedentarios es difícil que sean activos a lo largo de la vida». «Nos encontramos ante un macroambiente obesogénico», sentencia.
De la misma opinión era una revisión publicada en The Lancet hace unos meses. «En vista de su rápido desarrollo en poblaciones genéticamente estables, la epidemia de obesidad infantil puede atribuirse fundamentalmente a factores ambientales adversos». Se pasa más tiempo ante el ordenador y los videojuegos, el 40% de los jóvenes no participa en deporte escolar, proliferan las máquinas de snacks, aumenta el tamaño de las raciones...
No parece de extrañar que la obesidad infantil en España haya pasado del 6,5% (en 1984) al 14%, en 2002. «En la actualidad, las actividades de la vida cotidiana no exigen tanto gasto energético», recuerda Ortega. «Se trata de factores sociales que son difíciles de modificar», agrega Rodríguez Artalejo. Sin embargo, hay actividades que sí se pueden cambiar: «Hay que controlar los hábitos sedentarios y la televisión, racionalizar su uso», señala Aranceta, quien lamenta que «la sociedad actual propicie la obesidad y luego la castigue».
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