La mezcla de bebidas 'energizantes' con licor resulta peligrosa en la medida que la persona puede perder la capacidad de determinar en qué momento dejar de beber.
Que en Francia, Dinamarca y Noruega solo permitan su venta en farmacias, es suficiente indicador de que las llamadas bebidas 'energizantes' no dejan indemne al organismo. Y mucho menos el de adolescentes que las han convertido en su elíxir para mejorar la concentración en los videojuegos, aumentar la capacidad deportiva o empalmar la rumba de la noche con las clases de la mañana siguiente.
A raíz de los graves efectos que causaron, combinadas con bebidas alcohólicas, en varias personas que fueron atendidas en un hospital local de la provincia de Buenos Aires (Argentina), los diputados de la región actualmente discuten un proyecto para prohibir su venta en discotecas y otros comercios entre las 11 de la noche y las 8 de la mañana. Y políticos, médicos y padres de familia colombianos no se quieren quedar atrás.
Un Proyecto de Acuerdo de la concejala de Bogotá Gilma Jiménez busca prohibir la venta de estas bebidas a menores de 14 años, e incluso algunos de sus colegas proponen extender la restricción a menores de 18. Los argumentos son los mismos que han justificado las restricciones en otros países: la tendencia a abusar de ellas y a mezclarlas con bebidas alcohólicas, un hábito que aumenta el riesgo de taquicardia, ansiedad, irritabilidad, desasosiego y deshidratación causada por el aumento de la frecuencia urinaria.
Del Lejano Oriente
La inspiración de las bebidas 'energizantes' vino de Japón, un país donde el culto al trabajo incentivó la preparación de tónicos que permitieran extender la jornada laboral sin experimentar cansancio. Envasados en latas vistosas, se 'occidentalizaron' en la década de los 90 pero conservaron los elementos clave de la receta original: cafeína, taurina -un aminoácido abundante en músculos, plaquetas y en el sistema nervioso en desarrollo- y glucuronolactona -un químico producido por el hígado-.
El calificativo de 'energizantes' fue una forma velada para expresar lo que eran en realidad: estimulantes. En efecto, estas bebidas reducen las horas de sueño a la vez que incrementan la resistencia física, la capacidad de reacción, la concentración y el estado de alerta. Un elíxir, pero como dicta la recurrida frase de Paracelso, "nada es veneno, todo es veneno; depende de la dosis". Y resulta que, con el bombardeo promocional en discotecas y eventos deportivos, la mesura no es precisamente el comportamiento que acompaña el consumo de estas bebidas: la experiencia muestra que suelen ser mezcladas con alcohol o, incluso, que no falta el que las toma como base de su alimentación.
Beneficio engañoso
Instituciones del área de la salud ya se han manifestado al respecto. La OMS desaconseja las bebidas 'energizantes' a menores de 15, a personas sensibles a la cafeína, con presión arterial alta, problemas cardíacos, renales, diabetes, trastornos de ansiedad y a mujeres embarazadas o en período de lactancia. En 2003, el Comité Científico de Alimentos de la Comisión Europea consideró que el consumo de estas bebidas no sería un problema para los adultos, pero para los niños "representaría un incremento en la exposición diaria a cafeína comparada con la ingesta previa, lo cual podría producir un cambio transitorio en el comportamiento: irritabilidad, nerviosismo o ansiedad".
En su exposición de motivos, la concejala Jiménez señala que el problema principal es que, siguiendo una costumbre de moda, algunas personas las mezclan con alcohol y otras drogas, y toman varias latas en una noche para aguantar hasta la madrugada. "Muchos toxicólogos argumentan que esa combinación puede producir arritmias, taquicardias y aumento de la presión arterial, dependiendo de las condiciones físicas del consumidor", dice Jiménez.
El coctel produce algo como navegar a todo vapor sin levar anclas: mientras el alcohol es un depresor que provoca somnolencia como campanazo de alerta, la cafeína es un estimulante que ensordece aquellas señales de peligro. Resultado: el consumidor pierde la noción del límite.
Otro aspecto preocupante ha sido la confusión generalizada. Por una parte, como advierte el médico del deporte Fabio Arévalo Rosero, "la publicidad ha creado mitos equivocados en el sentido de que estas bebidas confieren una mayor resistencia corporal, alta tolerancia al alcohol y mejor desempeño sexual". Por otra parte, no son pocos los que equiparan las bebidas 'energizantes' con las hidratantes, diseñadas para reponer sales consumidas en actividades deportivas.
Desde hace dos años, Red PaPaz, una organización de padres de familia que, entre otros aspectos, trabaja en el ámbito de la prevención de adicciones, viene exigiendo a las autoridades que tomen cartas en el asunto. "Es urgente que se haga claridad: que todos sepamos en qué medida es inconveniente el consumo de estas bebidas, que sea unificado el etiquetado de los envases y que el Invima haga cumplir la reglamentación", dice Carolina Piñeros, directora ejecutiva de la organización, quien se manifiesta de acuerdo con que su venta sea prohibida a menores de edad.
El debate es de largo aliento y, más allá de los intereses económicos, tiene aspectos que de seguro no pasarán de largo en la discusión: ¿Hasta qué punto el Estado debe entrometerse en las preferencias de consumo de la gente? ¿Prohibir estas bebidas para reducir los efectos del alcohol no resulta como la alegoría de sacar el sofá para prevenir la infidelidad? Nada de eso da para subestimar la natural preocupación por la salud de los más jóvenes. Después de todo, como dice la concejala Jiménez, "si uno ni siquiera le ofrece un tinto a un niño, mucho menos va a ofrecerle un producto de estos".
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